Todos deseamos que nuestros niños crezcan felices y sanos emocionalmente. Cada vez leemos más libros y artículos y vemos más programas de televisión que nos hablan sobre cómo ayudarles a ello. Sin embargo muchas veces, dentro del surtido de consejos y dinámicas para enseñarles a gestionar sus emociones, no se suelen incluir unos consejos que son fundamentales: el tener cuidado de no estar proyectando en nuestros niños nuestras frustraciones de metas no conseguidas en la vida y cargándoles con elevadas expectativas que, o no están a la altura de sus capacidades o no coinciden con sus inquietudes.
Para estar prevenidos en cuanto a esto, cualquier padre y madre debería reflexionar en torno a estos 5 tipos de preguntas:
- En mi vida cotidiana, ¿qué tipo de cosas no consigo o me cuesta conseguir?
- ¿Qué metas no he alcanzado en mi vida sobre las que aún me duele el pensar en ello? ¿algo que no pude estudiar?, ¿una meta profesional nunca alcanzada?, ¿una relación que no funcionó?, ¿una pasión que las circunstancias no me dejaron desarrollar?
- Si pienso en las ilusiones que tengo sobre mis hijos/as, ¿coinciden algunas de ellas con mis propias ilusiones frustradas?, ¿cómo les estoy inculcando directa o indirectamente hacia ellas?, ¿cómo reaccionan mis hijos/as a este respecto?, ¿les veo realmente motivados a ello?, ¿se sienten presionados?
- ¿Cómo me siento si veo que mis hijos/as no están avanzando en esa línea como me gustaría?, ¿me frustro, entristezco, enfado con ello, me frustro respecto a ellos?, ¿notan ellos mis sentimientos respecto a este tema?, ¿les puede estar afectando esta actitud mía?, ¿me he parado a pensar si en algún momento puedo estar ejerciendo algún tipo de chantaje emocional inconscientemente?
- Mis deseos y metas respecto a ellos, ¿son realistas y acordes con sus capacidades, tiempo, descanso, fuerzas…?
Nuestro deseo más grande como padres y madres es dar la mejor educación a nuestros hijos e hijas y ayudarles a que sean lo más felices posible. Sin embargo todos tenemos un bagaje emocional que lastramos desde nuestra niñez, y ellos también tendrán el suyo (¡es inevitable!). Sin embargo, el ser conscientes de nuestras carencias –no niego que esto puede resultar un tanto duro- , será el mejor modo de prevenirnos en cuanto a las presiones que nuestro inconsciente puede ejercer sobre nosotros y que éstas pueden afectar indirectamente a nuestros pequeños.
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Un saludo.
Jonathan Secanella
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