José Antonio Marina, brillante como siempre, no se corta un pelo al hablar de las personas y su interacción con la tecnología. Últimamente parece como si el mundo se dividiera entre amantes y detractores de los últimos avances tecnológicos, en especial de los relacionados con las tecnologías de la información y comunicación (TICs). Sin embargo, hay que ser honestos y enfrentar el verdadero debate de cara: el problema no es la tecnología sino el uso que hacemos de ella.
Esta frase es un tópico que todos decimos, sin embargo, ¿por qué nos encontramos con tantos problemas para utilizar con coherencia los avances tecnológicos?, ¿por qué perdemos tanto tiempo en ellos priorizando muchas veces el estar conectados a otras prioridades en la vida?, ¿por qué nuestros hijos parece que necesitan su dosis –no pequeña- de megas al día para sentirse bien? Y, sobre todo, ¿cómo gestionamos la información que entra en nuestro mente, y cómo enseñamos a los más pequeños a gestionarla?
Somos conscientes de que algo falla, sin embargo, cuando nos enfrentamos a este “fallo” aparece nuestra tendencia a huir, a inclinar el peso de la responsabilidad sobre la tecnología o sobre los que programan o publican en esos medios. ¿Es este el enfoque correcto?, ¿por qué ante la preocupación de no saber qué hacer empezamos a “echar balones fuera”? Creo que mucho tiene que ver con nuestra tendencia a no asumir la responsabilidad de nuestra propia vida.
El empezar responsabilizarnos de lo que somos, de lo que hacemos, de cómo educamos a nuestros hijos, es el primer paso, el paso imprescindible, sin el cuál, cualquier otra acción dudo que nos lleve a buen puerto. Es más, y pensando en la educación de los que nos rodean, creo que el ayudar a tener un adecuado discernimiento sobre el modo como utilizan la tecnología tiene que ver con ayudarles a asumir la responsabilidad sobre su vida (entendamos la diferencia entre un niño de cinco y otro de quince, obviamente). Sin embargo, este asumir la responsabilidad no se puede enseñar sólo en cuanto a la tecnología. El carácter de la persona no es una cuestión de “cajones estanco”, donde se puede enseñar responsabilidad e unas áreas y no en otras. El carácter responsable, que no es otra cosa que el carácter que asume que él es el dueño de su vida, se forja de un modo global, trabajando con el niño en cada área de su realidad.
Yo no utilizaría las palabras “listo” y “tonto”, como hace el profesor Marina. Pero comparto la esencia de su mensaje. La forja del carácter es una prioridad, pues ese carácter será el que, en años posteriores, marcará la diferencia entre dos personas para las cuales una misma experiencia será una oportunidad de aprender y crecer para una y de desaprender y menguar para otra.
Un saludo.
Aquí puedes leer otras de nuestras reflexiones:
- Reflexión: ¿ser o hacer frente a los que nos rodean?
- Reflexión: Un enfoque realista sobre nuestras vidas
- Reflexión: Cima y superación personal
- Reflexión: Si la tristeza se acerca a ti
- Reflexión: pensando o reacomodando prejuicios
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Muy interesante el artículo!!!!
Voy a probarlo con mi hija. Un saludo.
J.
Me alegro de que te haya gustado, José Ramón. Espero que vaya bien con tu hija, ya nos cuentas :-).
Un saludo.
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