Uno de los temas sobre los que más se nos consulta y por el que más se interesan los alumnos de la Escuela de las Emociones es el del estrés, y me parece más que lógico que sea así. Actualmente se considera que alrededor de un tercio de la población en los países desarrollados sufre, o ha sufrido en un corto plazo, algún proceso de estrés, bien sea intenso o moderado. Y si hablamos de la población activa la cifra, según la OCU, podría estar alrededor de un 50%.
Pero, ¿qué es esto del estrés?, ¿cómo se produce en nosotros? ¿Qué es lo que lo activa? ¿Por qué unas personas lo sufren más que otras? ¿Hay algo efectivo que podamos hacer para combatirlo? A estas preguntas te voy a contestar de una forma breve en este artículo.
Podríamos definir el estrés como una activación físiológica de la persona que tiene repercusiones psicológicas y conductuales, todo ello con el fin de poder abordar con eficacia unas demandas del entorno.
Dicho de este modo es posible que estés pensando, ¿y qué tiene esto de malo? Buena pregunta, porque en sí mismo no tiene nada de malo. De hecho el estrés es un proceso de activación global (físico y psíquico) de la personas que es adaptativo, pues tiene como fin el estar mejor preparado para afrontar diversos retos que aparecen en la vida. El estrés ayuda al estudiante a concentrarse mejor en el periodo de exámenes, al candidato a estás más avispado a la hora de hacer una entrevista de trabajo, a el ama de casa a ser más productiva en la gestión de las tareas o a la persona que se encuentra con dos posibles agresores que le persiguen por la calle poder correr mejor.
El problema con el estrés viene cuando ese nivel de activación no se da de modo adecuado. ¿Cuándo ocurre esto?
1. Cuando se da con una intensidad demasiado alta.
2. Cuando el estado de estrés es continuo (aunque sea moderado).
3. Cuando aparece cuando no debería hacerlo.
Concretando. El estrés se convierte en tóxico o dañino cuando en vez de ayudarnos para afrontar las demandas más eficazmente resulta en todo lo contrario (por ejemplo, nos bloquea o nos acobarda para hacer lo que querríamos hacer) o cuando su nivel tan intenso o prolongado nos produce daños físicos y/o psicológicos. De hecho, en psicología se habla de dos tipos de estrés, el eutrés (el estrés bueno y adaptativo) y el distrés (el tóxico o dañino).
¿Qué causa el estrés tóxico o distrés?
Una descompensación entre las demandas que activan el estrés y nuestra confianza en poder afrontar la situación. Una demanda que consideramos más o menos dura o difícil pero sobre la que estamos confiados que podemos abordar produce un nivel de estrés positivo que nos ayuda a abordarla, pero cuando consideramos que la demanda es demasiado elevada para lo que podemos afrontar el nivel de activación se convierte en bloqueante en vez de ayudador.
¿Por qué unas personas, frente al mismo tipo de demandas, sufren de eustrés y otras de distrés? Hay dos factores que son claves para esto.
1. El tipo de percepción de la realidad, tanto interna como externa. El estrés depende completamente de la percepción, de qué lectura damos a la realidad. Y cuando hablo de realidad me refiero tanto a la demanda del entorno como a nuestra capacidad para afrontar esa demanda. Las personas para las cuales el estrés aparece fácilmente y con una intensidad inadecuada para la situación suelen ser personas que perciben los problemas, los retos, las circunstancias estresoras en general, como muy grandes (normalmente, distorsionadamente grandes), y a la vez sus capacidades para abordarla muy pequeñas (normalmente, distorsionadamente pequeñas). Sin embargo, las que no sufren de estrés tan severo suelen ver las demandas y su propia capacidad de un modo más equilibrado.
Nota: Puede ser, incluso, que estas últimas vean la realidad de un modo distorsionadamente positivo, cosa que tampoco es realista. Estas personas, si no son capaces de verse a sí mismos y las circunstancias con equilibrio se pueden a encontrar con problemas por ese optimismo hueco, sin fundamento, pero en cuanto al tema que estamos abordando –el estrés- hay que decir que su nivel de éste estará muy controlado.
2. El nivel de apoyo de que se dispone ante las demandas. Al hablar de apoyo me estoy refiriendo a personas que puedan estar ahí para ayudar en el proceso de cualquier modo (bien porque tienen tiempo, capacidades, recursos económicos, protección, etc.). Un tipo de apoyo muy útil puede ser el ayudarnos a equilibrar nuestra percepción cuando está distorsionada. Uno de los mejores modos para aprender a equilibrar nuestra percepción es tomar distancia de la situación. Cuando no somos capaces de hacerlo por nosotros, otros nos pueden ayudar. Por tanto, una persona con una gran red de apoyo tendrá más posibilidad de afrontar, o incluso huir, del estrés tóxico.
Tres principios básicos para combatir el estrés
Después de lo dicho, estos tres principios los encontramos de sentido común:
1. HUYE DE LA ILUSIÓN DEL CONTROL.
Uno de los grandes problemas del ser humano es la necesidad que tenemos de tener el control: saber lo que va a pasar, tener la garantía de que nos saldrá bien, vivir con rutinas que nos den seguridad, ver cómo nuestros hijos se adaptan a nuestra pautas educativas, vivir bajo la sensación de que nuestra economía no corre peligro, que el futuro no nos depare sorpresas, tener el control de nuestro tiempo y no vivir en base a imprevistos, etc., etc. Sin embargo, esta necesidad, sin desdeñar que tiene un punto de esencial a nivel psicológico, suele estar distorsionada por nuestra propia inseguridad. Normalmente, a mayor necesidad de control de la vida mayor nivel de inseguridad encubierta.
En este punto me viene a la mente una frase tomada de la película de Kung-fu Panda en la que el maestro le dice al discípulo (parafraseando): “Nunca vivirás una vida plena hasta que no abandones la ilusión del control”. Porque sí, porque el control es una ilusión de la que tenemos que desembarazarnos. Por tanto, reflexiona más a menudo sobre:
- La idea de que la vida es un proceso de cambio constante.
- Que el tiempo no te pertenece. Lo único que te pertenece, en un sentido, son tus acciones en el tiempo.
- Que no puedes controlar la vida de las demás personas. O sea, que si tus acciones son lo único que controlas, aún éstas están sometidas a una realidad, tu dimensión social, tu compartir el mundo con otras personas con las cuales tendrás que adaptarte mutuamente.
- Que el futuro no existe. Sólo existe tu presente. Vívelo con intensidad, planifica para el mañana y estate dispuesto a aceptar los reveses que te pueda deparar el destino.
- Que la protección completa es una utopía. Sé prudente y prevé los riesgos, pero no te obsesiones. La paradoja es que cuando uno más quiere huir de los peligros esa obsesión le lleva a caer en otros que ni imaginaba.
- Lo bonito que puede ser el decidir que va a ver la vida como una aventura que te deparará, de vez en cuando, sorpresas que, podrás disfrutar en unas ocasiones y aprender para crecer en otras.
2. EDUCA TU PERCEPCIÓN.
En la vida todo es percepción. El mundo exterior existe en la medida en que lo interpretas. No importa cómo sea el que tienes enfrente, si lo ves como un “gigante” eso es lo que será para ti, y no importa como seas tú, si te ves como un “enano” así es como actuarás. Antes los problemas te puedes plantear preguntas como éstas, las cuales te ayudarán a ver con más perspectiva tu realidad:
- ¿Qué pensamientos me están pasando por la cabeza?, ¿son coherentes con la situación?
- ¿Qué me diría un amigo de confianza sobre lo que estoy viviendo?, ¿qué consejos me daría? ¿Qué consejos le daría yo a una persona en la misma situación?
- ¿Qué acciones podría emprender para superar esta situación?
- ¿Estoy valorando con la misma coherencia los aspectos positivos y negativos de esta situación?
- ¿Qué capacidades tengo que me han ayudado a superar otras situaciones estresantes?, ¿cómo las podría poner en práctica en estos momentos?
- Etc.
Creo que también te podrá ser de ayuda este breve artículo: Focalizar los pensamientos: la herramienta más potente para gestionar tus emociones.
3. MANTÉN UN BUEN CÍRCULO DE APOYO.
Huye de la filosofía del “fuerte independiente”. Todos necesitamos dar y recibir apoyo a lo largo de nuestra vida. Una buena red de familiares y amigos es vital tanto para afrontar los problemas como para el mismo hecho de vivir feliz. Es cierto que todos somos diferentes. Unos somos más sociables que otros, y también unos tenemos una necesidad emocional de compañía y apoyo más que otros. Aun así, si eres de los que presumes de persona independiente, no te engañes. El tener alguien a quién recurrir cuando las demandas del entorno son muy elevadas es uno de los bienes más preciados en la vida. El apoyo, como he adelantado anteriormente, puede ser incluso en el sentido de tener personas que te ayudan a mirar con más perspectiva tanto tus circunstancias como a ti mismo.
Espero que estos consejos te hayan sido útiles. Te animo a ponerlos en práctica y a compartirlos con esas personas que más quieres.
Un saludo.
Jonathan Secanella
Coach y formador
Te dejo algunos enlaces que creo que también te pueden interesar:
- Bailar con las emociones: 5 pasos para gestonarlas adecuadamente.
- 4 tipos de preguntas para combatir los pensamientos automáticos negativos.
- Cómo conectar con tu coach interior.
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