El origen de nuestros miedos y el antídoto del corazón

miedos miedo Escuela de las emociones

Hasta ahora he estado escribiendo los post sobre temas aleatorios en relación al mundo de la Inteligencia Emocional. Este es el primero que escribo por petición de vosotros/as en redes sociales, emails o directamente después de los talleres de la Escuela de las Emociones. Es un placer para mí el poder ayudar con estos temas en la medida de mis posibilidades. Estaré encantado de recibir vuestras sugerencias a través de cualquiera de estos medios.

Como decía, el miedo es uno de los temas más recurridos y que más preocupan en relación al mundo de la gestión emocional. ¿Por qué aparece el miedo?, ¿por qué, tan a menudo y cuando menos queremos?, ¿cómo puedo hacer para que no tome el control de mis emociones?, ¿hay forma de eliminarlo? Estas y muchas otras son las típicas preguntas que todos nos hacemos.

Nuestros miedos se pueden abordar desde diversas perspectivas. Hoy no voy a hablar de técnicas concretas, más bien voy a ser un poco filosófico, pero en el fondo no menos práctico. En primer lugar debemos tener bien claro que el miedo no es una emoción negativa, pues de hecho, no existen las emociones negativas; como mucho podríamos calificarla de una emoción desagradable o una emoción que en ocasiones nos puede entorpecer a la hora de conseguir un objetivo o no dejarnos disfrutar de la vida.  Sin embargo, lo importante es tener en cuenta el que todas las emociones son adaptativas, tienen una función concreta. El miedo activa una serie de procesos en la persona que la preparan ante una hipotética situación de peligro. Si no tuviéramos miedo ante algunas circunstancias de la vida tendríamos un serio problema.

El problema viene cuando el miedo se da en situaciones en las que no debería darse, o se da con excesiva frecuencia o intensidad. Esto puede crearnos algunos problemas, desde paralizarnos y no dejarnos se eficientes en una situación (ej. una entrevista de trabajo), hasta amargarnos la vida porque estamos en situación de alerta ante cualquier circunstancia (ej. preocupado si hemos dejado al niño sólo con la abuela, no dormir porque un compañero ha oído rumores de que este mes van a retrasar la nómina, no disfrutar de un viaje en familia porque estamos todo el tiempo preocupados por lo que pueda pasar en la carretera, etc.).

Para abordar el miedo, al igual que el resto de emociones que no nos resultan agradables, debemos empezar por aceptarlo (puedes leer esta reflexión sobre la tristeza). Este sería el primer paso de cinco básicos que si los pones en práctica verás cómo puedes avanzar mucho en tu nivel de autogestión emocional (puedes leer sobre ellos en este post). Pero en este caso me gustaría profundizar un poco más en nuestro interior, en lo que yo llamo el interior del corazón. Con respecto al miedo voy a hablar del mundo del EGO.

EL MUNDO DEL EGO

El miedo es un recurso de nuestro EGO para protegernos de situaciones peligrosas. Aquí no estoy hablando del ego en el sentido freudiano (para aquellos psicólogos que leáis el post). Con ego me refiero a la dimensión más profunda del YO. El ego tiene dos funciones complementarias: la expansión y la protección.

· La expansión es ese deseo que tenemos todos de crecer, autorrealizarnos, es la función relacionada con la pasión por la vida, por el amor por las cosas, por las personas, por la vida en global.

·  La protección es la función del ego que busca que nada ni nadie nos dañen. Busca evitar el dolor, la frustración del fracaso o la angustia de la incertidumbre, entre otras cosas.

Estas dos funciones son como dos polos que, según se imponga uno u otro, llevan a las personas a encajar en uno u otro perfil de persona, y entre esos dos extremos muchos puntos intermedios. Estos dos perfiles se distinguen por un modo diferente de ver la vida, como si de unas gafas perceptivas se tratara. Unos ven la vida con las gafas del amor y pasión y otros con las gafas del miedo. ¿Qué ha ocurrido? Que en unas personas ha tomado fuerza la función expansiva del ego y en otras la función protectora.

· Las personas con una visión protectora de la vida destacan por un alto nivel de miedo. No se atreven a afrontar grandes retos. Buscan conservar los logros que han conseguido durante la vida. Son excesivamente conservadores (“más vale pájaro en mano”), y no son nada flexibles, les cuesta aceptar los cambios. Viven buscando peligros… y los encuentran. Etc., etc.,

· Las personas con una visión expansiva de la vida destacan por esa pasión que les hace buscar la autorrealización, aprendiendo nuevas cosas, buscando nuevos retos. Viven un sano equilibrio entre disfrutar de la realidad presente y al mismo tiempo luchar por metas futuras. Son personas flexibles que aceptan que la vida es un cambio constante y hay que asumirlo adaptándose a las circunstancias. No viven a la defensiva ni enfocándose en los peligros. Etc., etc.

Paradójicamente, las personas con un ego excesivamente protector tienen miedo al miedo, buscan huir de él (y de las situaciones que lo provocan) y sin embargo cada vez se encuentran más prisioneras de él. Las personas con un ego expansivo, no tienen miedo al miedo (ni a vivir situaciones que lo provocan) pues entienden que el miedo es normal y sano como sistema para prevenir y afrontar los peligros. Justamente, al no vivir con este enfoque en el miedo, el miedo no aparece en cada esquina, sólo en las situaciones en que debe aparecer (en los peligros reales).

¿QUÉ PODEMOS HACER PARA QUE NUESTRO EGO SE ENFOQUE CADA VEZ MÁS EN SU FUNCIÓN EXPANSIVA?

Conectar con esta función: conectar con nuestras pasiones profundas y vivir intencionalmente en dirección a ellas. Invierte en pasión, pregúntate: ¿por qué hago lo que hago?, ¿es un deseo mío o es algo impuesto por otros o las circunstancias? ¿Si sólo me quedara un mes de vida -y lo supiera- en qué invertiría mi tiempo?, ¿qué cambiaría en mi visión sobre las prioridades el reflexionar sobre esta pregunta? ¿Qué circunstancias estoy viviendo que no me gustan pero no puedo cambiar?, ¿qué puedo encontrar de hermoso en ellas?, ¿por qué no me propongo disfrutarlas?

Sin embargo, ¿por qué es esto tan difícil? Quizá has intentado alguna vez vivir enfocándote en tus pasiones y te ha resultado muy complicado, o has empezado bien y al poco tiempo has vuelto a tu rutina de siempre pero aún más frustrado por no haberlo conseguido. De hecho, vivir enfocado en tus pasiones es una máxima que habrás oído en más de un taller de desarrollo personal.

El problema radica en que vivir con amor/pasión por la vida tiene dos caras, y muy pocas veces se habla de ello. Por una parte vivir amando la vida, tu vida, vivir con pasión por conseguir aquello que anhelas, de lo que acabamos de hablar. Y por otra vivir con pasión por los demás, vivir por objetivos que te trasciendan. Esta segunda cara es la que se obvia muchas veces.

Víctor Frankl, el conocido psicólogo judío de mitad del siglo XX, tras años de observar a infinidad de personas (incluidos los presos del campo de concentración nazi donde estuvo recluido), concluyó que hay dos tipos de personas: las que viven centradas en sí mismas, en sus objetivos personales, y las que, además de eso, también se enfocan en objetivos que les trascienden. En este segundo grupo se encajaban las personas que tenían éxito en la vida, entendido éxito como vivir felices y realizados.

De hecho, él decía que las dos grandes cualidades de aquellos que eran líderes natos eran el autodistanciamiento y la autotrascendencia. El primero es la capacidad de distanciarse de sí mismo en las situaciones de crisis para poder ver con perspectiva. La autotrascendencia es la capacidad de enfocar la vida en objetivos que trascienden a uno mismo, que están más allá de la satisfacción por el beneficio personal. Tiene que ver con entender que no estamos solos en este mundo, que el resto de personas tienen el mismo valor y dignidad que nosotros, y que cualquier meta que nos planteemos en relación a mejorar la vida de los demás tendrá un efecto en nuestro sentido de autorrealización personal que nos ayudará a liberarnos de las ataduras del temor que produce la función conservadora del EGO.

LA GRAN PARADOJA es ésta:

Cuanto más queremos vivir para expandirnos buscando conseguir objetivos puramente personales más lugar daremos al miedo, al preocuparnos por el hecho de que quizá podamos perder los conseguido (familia, trabajo, amigos, prestigio, sentido de valía personal…). Sin embargo, cuando aprendamos a combinar esa búsqueda con una sana búsqueda del bien de los que nos rodean, menos poder tendrá el miedo, pues perder nuestros logros siempre será cosa fácil, pero no lo será tanto el que se desvanezcan nuestras huellas en la vida de los demás.

Un saludo.

Jonathan Secanella
Coach y formador

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