Hará un par de años el conserje de un edificio de despachos me decía que él “calaba” enseguida a cada persona que entraba por la puerta. Se fijaba en los zapatos y estos le decían con bastante exactitud el tipo de persona que era. Este buen señor se jactaba de su capacidad de observación y reflexión sobre las personas –de su capacidad de pensar- y sin embargo, de lo que él no era consciente es de que los recursos mentales que utilizaba para evaluar a la gente los empleaba en racionalizar los prejuicios que tenía de antemano, en este caso relacionados con el tipo de calzado.
Este ejemplo que nos parece un poco cómico es un ejemplo paradigmático de cómo actuamos muchas veces. Emitimos juicios sobre las personas basados en buena parte en nuestros prejuicios (por su raza, sexo, estatus social, rasgos de carácter, tono de voz, aspecto físico, estilo dialéctico, ciertos comportamientos, etc.). Los prejuicios no son malos en sí mismos, son recursos adaptativos de nuestra mente. Necesitamos clasificar a las personas en grupos, no podemos permitirnos evaluar a cada persona o situación que vivimos desde cero, esto implicaría un coste de recursos cognitivos y de tiempo tremendo. Para esto, nuestro inconsciente se crea un mapa del mundo en el que entran los prejuicios. ¿Qué tienen de bueno estos prejuicios? Nos encasillan a las personas o situaciones en fracciones de segundo. ¿Cómo lo hacen? Con impulsos emocionales, sensaciones, intuiciones.
Ahora bien, a posteriori, la función de nuestra mente consciente debería ser la de filtrar esas primeras impresiones con observaciones más objetivas para que nuestra percepción de la situación o de la persona fuera más ajustada a la realidad (y que nuestro mapa interior del mundo se fuera reajustando y fuera cada día más fiable). Sin embargo, ese esfuerzo cognitivo lo acabamos empleando en justificar el diagnóstico previo que ha hecho nuestro inconsciente por nosotros. ¿Pereza?, ¿falta de seguridad personal?, ¿comodidad?, ¿conformismo cognitivo?… Sea cuál sea el motivo, creo que vale la pena el esforzarnos por huir de la racionalización de nuestros prejuicios inconscientes, ¿no?
Jonathan Secanella
Coach y formador
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Leelo amiga
Excelente
Gracias, María.
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