El término personas tóxicas es otro de los que más se han popularizado en la última década dentro de las temáticas de autoayuda, psicología positiva, inteligencia emocional, etc. Se nos dice continuamente que hay que “huir” de esas personas que son tóxicas para uno pero, ¿qué ocurre cuando esa opción no está disponible? El compañero de trabajo, el jefe, el cuñado, el suegro…
Obviamente, hay mucho que hablar sobre cómo convivir con personas tóxicas si no hay otro remedio, pero hoy te quiero hablar de una pauta fundamental sobre las relaciones que te puede servir tanto para las personas tóxicas como para cualquier otra relación que, como puede ocurrir a veces, pueda pasar por momentos complicados o, como mínimo, incómodos para ti.
EN PRIMER LUGAR…
En primer lugar, ten en cuenta que personas tóxicas las hay de muchos tipos: chantajistas emocionales, envidiosos, chismosos, victimistas patológicos, descalificadores, falsos, ridiculizadores y muchos otros. Pero en realidad, lo que tienen en común respecto a ti, es que, de algún modo, son personas que tienen la capacidad de potenciar tus debilidades y de llenarte de angustia y frustración, como dice Stamateas. Por tanto, una primera deducción es que una persona puede ser tóxica para unos y no para otros. La intención de esta observación no es que te culpabilices de esa relación, como si fuera tóxica porque tú le dejaras, pero sí para animarte a un nuevo enfoque sobre este tipo de relaciones. Te explico.
Aquel famoso dicho de que “no ofende el que quiere sino el que puede”, está relacionado en un sentido con esto. Sólo que no por algo tan sencillo como el que tu interpretación de sus actos sea la que hace que te afecte o no -que también tiene un lugar importante esta interpretación, desde luego- sino también por la propia interacción comunicativa que se ha creado entre los dos. Por tanto, dejando para otro día el tema de cómo filtramos -interpretamos- lo que ocurre a nuestro alrededor y cómo podemos cambiar esos filtros, hoy voy a hablarte de la importancia de cambiar la interacción comunicativa.
ENFOCÁNDOSE EN LA INTERACCIÓN COMUNICATIVA
Habrás oído que para que una relación cambie deben cambiar los dos porque una relación es cosa de dos. Pero no es así, a partir de hoy te animo a que consideres esto un mito. ¿Por qué? Porque una relación entre dos personas es cosa de ¡tres! Sí, en cualquier relación hay tres elementos: 1- tú, 2- la otra persona, 3-la dinámica comunicativa. La dinámica comunicativa es ese patrón de comportamiento que se da casi siempre entre los dos ante una situación dada.
POR EJEMPLO…
Un ejemplo de lo que sería una de esas personas tóxicas. Imagino el caso de ese compañero/a que cada vez que haces una sugerencia en el trabajo tiene la tendencia de despreciar sutilmente tu aportación buscándole pegas sin gran importancia y acabando con la coletilla de que se preocupa por los demás y que sus sugerencias son pensando en la mejora tanto de ti como de tu contribución al equipo. Y además, que tú normalmente “tragas” porque, cuando en alguna ocasión has dado tu opinión en contestación a la suya, se pone en tono paternalista diciéndote que eres hipersensible, que no aceptas críticas, lo cual te hace sentir peor. Por lo tanto has llegado al punto de no replicarle, e incluso de agradecerle amablemente su aportación, aceptando una relación de dominante/experto – sumiso/aprendiz, que no coincide ni con vuestras capacidades reales ni con el propio rango dentro de la empresa porque sois simples compañeros de equipo.
CAMBIANDO EL PATRÓN COMUNICATIVO
Ese patrón comunicativo que se repite siempre, casi del mismo modo, es el tercer elemento de una relación. Ese patrón llega a adquirir “vida propia”, en el sentido de que tiene tanta fuerza que es el que dirige la relación. No sabéis comunicarnos de otro modo. Se ha creado una homeostasis, un equilibrio que tiene el control y hacia el que tendéis continuamente.
Lo importante de entender esto es que el tercer elemento lo creáis los dos, con las acciones de cada uno. Por tanto, hacen falta las acciones de los dos para que se dé el tercer elemento. Y aquí es donde llegamos al quid de la cuestión: como hacen falta las aportaciones de los dos si uno cambia su aportación, su acción, el tercer elemento ya no se da.
¿Es tan sencillo? Sí, tan sencillo de explicar pero tan difícil de llevar a cabo. ¿Por qué? Porque en toda relación se establecen equilibrios -homeostasis-, son necesarios. Sean sanos o insanos, pero se deben establecer. Por tanto, cuando tú dejas de actuar como siempre lo haces (siguiendo nuestro ejemplo sería, quizá, dejar de callarse cuando el otro hace sus intervenciones, pedirle explicaciones sobre sus aportaciones así como sobre la importancia de las mismas y su pertinencia o no en ese momento, etc.), la otra persona, de forma casi inconsciente, se enrocará más en su comportamiento, aumentará, en el caso del ejemplo, sus ridiculizaciones y sus actitudes paternalistas hacia ti, como medio de volver al equilibrio comunicativo (a que te calles y asumas su superioridad sobre ti).
Esto ocurre porque el tercer elemento -la interacción comunicativa- tiene vida propia y es más fuerte que vosotros dos. Por tanto, la otra persona, en un sentido, tampoco controla la interacción sino que es controlada por ella, al igual que tú. Entender esto es fundamental para comprender que, cuando empieces a comportarte de forma diferente para romper el equilibrio comunicativo, la otra persona tenderá casi siempre a radicalizarse más en su comportamiento. Lo positivo es que, si permaneces en tu nueva actitud, el otro acabará cediendo hasta que se cree una nueva homeostásis más sana.
¡PERO MI CASO SEGURAMENTE QUE ES DIFERENTE!
Seguramente estás pensando que en tu caso no va a ser así, que la otra persona no va a cambiar y que su radicalismo va a seguir in crescendo. Te adelanto dos cosas. La primera es que, en la gran mayoría de casos, ese miedo es infundado, lo que ocurre es que no hemos pasado la frontera de permanecer en nuestra nueva actitud hasta que el otro ceda y así poder experimentar la realidad de lo que te digo sobre cómo tratar con personas tóxicas. La segunda es que, en los casos en los que la persona no cambie -algo muy raro, no lo olvides-, si tú te mantienes en tu nueva actitud más sana, al no crearse una nueva homeostásis, la comunicación simplemente se acabará cortando, tomando distancia.
Imagino que esto último, el que se acabe la comunicación con alguien con todo lo que ello pueda implicar -que insisto que es muy raro que se de- te asusta. Por una parte porque hay relaciones que no querrías acabar. Te animo a que pienses en algunas cosas. En primer lugar el que ese miedo -muchas veces infundado- es el que normalmente no te deja actuar como deberías hacerlo. En segundo te animo a que te preguntes si quieres mantener una relación que te está dañando. Y por último también debes pensar si no habrá relaciones “tóxicas” que no lo son tanto, que en parte eres tú el que dramatizas demasiado y que no vale la pena el esfuerzo o los daños colaterales que supondría cambiarla.
Pongo un ejemplo de esto último. Imagina el caso de tu suegro/a, de 70 años, que cada vez que os reunís la familia, te suelta indirectas -o incluso directas- sobre algo tuyo -tu trabajo, tus creencias, etc. Tú has intentado “pararle los pies”, con mucha corrección y educación, y el hombre/mujer ha saltado en cólera, cosa que ha amargado a todos la comida familiar y luego, además, el conflicto te ha creado problemas en casa con tu pareja. Pues igual te interesa cambiar tu percepción de la situación y reírte de ella. En la vida hay cosas que hay que aprender a aceptar; esto pertenecería al cambio propio de percepción del que te hablaré otro día.
¿Qué opinas de este planteamiento para lidiar con personas tóxicas con las que tienes que convivir? ¿Aportarías algún consejo más?
Un saludo.
Jonathan Secanella
Coach y formador.
Si este artículo te ha parecido interesante no te puedes perder estos otros:
- Relación tóxica en la pareja: ¿cómo identificarla?
- Reflexión: tomando perspectiva
- La actitud paternalista, reflejo de una falsa autoestima.
- Miedo e inseguridad: dos consejos para enfrentarlos.
Imagen: mundoxtreme.com
Hola Jonathan,
mi nombre es Carmina Ramos, soy psicóloga y psicopedagoga y desde que asistí a uno de tus cursos en Vila-Real te sigo por las redes. Quisiera darte la enhorabuena y las gracias por tu trabajo pues me parece brillante. Intento leer todos los artículos que lees como éste, y todos me parecen muy acertados y objetivos.
Sigue así, tu labor es muy importante para muchas personas.
Un saludo.
Carmina.
Hola Carmina, gracias por tus palabras.
Me alegro de que estés disfrutando mis artículos, espero seguir manteniendo el nivel de calidad. Me animan mucho comentarios como el tuyo, ni te imaginas :-).
Nos seguimos viendo por las redes.
Un saludo.
Jonathan