Cuando empezamos nuestra andadura como padres o madres algunos de nosotros nos recreamos pensando en cuándo llegará ese momento en que nuestro hijo o hija, con cuatro o cinco añitos, sentado a nuestro lado nos pregunta y le enseñamos sobre diversos aspectos de la vida (valores, comportamientos, emociones, relaciones, conocimientos, ¿sexo? ;), etc.). Sin embargo, olvidamos a menudo que el principal aprendizaje lo van a tomar de nuestro modelo de vida. No podemos esperar que sea asertivo si no lo somos nosotros, no podemos esperar empatía si la demostramos, difícil que sean responsables si nos dedicamos a victimizarnos y descargar siempre nuestra responsabilidad en los demás…
No sé si esta frase pertenece o no a Teresa de Calcuta, es difícil rastrear el origen de las citas que encontramos por internet, pero perfectamente podría ser de una persona como ella que, sin tener hijos biológicos, sin duda tenía bien claro este principio de vida pues, sin pretenderlo, fue un ejemplo vivo para los que le rodearon y conocieron de su hacer. ¿A quién no le gustaría dejar un legado como hizo ella en los que le rodearon, especialmente en los más pequeños?
Sin embargo, lo paradójico del tema sobre ser ejemplo o modelo para otros (en este caso para nuestros hijos) es que cuanto más nos esforcemos en “hacer”, en comportarnos de un determinado modo para que nuestros pequeños nos vean, más estaremos cayendo en la falsedad que los niños -y aún más luego los adolescentes- son capaces de captar. Lo paradójico, como decía, es que, cuanto más ejemplo queremos ser, menos acabamos siéndolo. ¿Por qué? Porque la vía del “hacer” nunca sustituye a la del “ser”. No se trata de vivir de acuerdo a unos principios de vida porque está mi hijo o hija delante, esto equivale a construir un castillo de papel que antes o después de desmoronará. Se trata de vivir conforme a esos principios de vida porque estamos convencidos de su valor y queremos que sea lo que defina nuestro carácter como personas. Entonces, el impacto en los que nos rodean, vendrá por sí solo.
Un saludo.
Jonathan Secanella
Coach y formador
Aquí puedes leer otras de nuestras reflexiones:
- Reflexión: Un enfoque realista sobre nuestras vidas
- Reflexión: Cima y superación personal
- Reflexión: Si la tristeza se acerca a ti
- Reflexión: pensando o reacomodando prejuicios
[hr]
Post recientes
[recent_posts num=»3″ type=»»Blog»» meta=»false» thumb=»true» thumb_size=»small-post-thumbnail» more_text_single=»Leer más» excerpt_count=»150″]
Pingback: Reflexión: asumiendo nuestra responsabilidad | Escuela de las emociones
Muy buenos vuestros escritos sobre los comportamientos humanos, Enhorabuena y seguiré leyéndoos…
Nos alegramos de que te gusten, Maite. Gracias por tus palabras, nos motivan :-).
Un saludo.
– Errores sutiles en la educación de la autoestima-
Muy buen articulo. Me ha gustado mucho leerlo, aunque he de reconocer que también me ha sorprendido en algún que otro aspecto. La dificultad que me planteo es la de llegar a conocer con precisión la situación de esos límites, ¿dónde establecer la frontera? para no acabar incurriendo en uno u otro de estos errores sutiles. Además, imagino que estas limitaciones vendrán impuestas en parte por el carácter y comprensión que el niño haya adquirido o modulado hasta un momento dado. Creo que el error está, aun sin que lo pretendamos, en nuestra propia naturaleza. Debemos entender y aprender a encontrar estrategias/ soluciones a todas aquellas situaciones posibles que algún día pueden llegar a presentarse, para que no nos sorprendan sin remedio al alcance.
Hola Ezequiel, en primer lugar, quiero agradecerte tu comentario.
Entiendo, por el título, que tu comentario lo haces en referencia a otro artículo, el de “7 errores sutiles en la educación para la autoestima”. El tema de los límites siempre será un campo de aprendizaje, y como tú dices, depende del momento del niño. No es lo mismo un niño de 3 que uno de 7, y dentro de cada edad también hay que ser sensible a la capacidad de comprensión del niño. Creo que tú has ido en esa linea en tu comentario, y lo comparto. Creo que los padres necesitamos desarrollar nuestra empatía hacia los niños (que no es lo mismo que el afecto). Podemos amar mucho a nuestros hijos y no ser muy empáticos (no ser capaces de ponernos en su piel). Esta habilidad hay que practicarla intencional y conscientemente.
Un saludo
Pingback: Reflexión: tomando perspectiva | Escuela de las emociones
Pingback: Reflexión: libertad reflexiva, libertad interior | Escuela de las emociones